14.1.06

Hola. Me llamo Víctor y soy escritor


Hola. Me llamo Víctor, tengo treinta y dos años y soy escritor.



(¡Hola, Víctor!)

Bueno, no es que me gane la vida con ello, ya sabéis. Es difícil ganarse la vida escribiendo; necesitas una enorme disciplina, optimismo a raudales, técnica depurada y, sobre todo, no sólo tener la necesidad de escribir, sino también la facultad de tener algo que decir y saber, además, cómo hacerlo. Lo de la suerte y el enchufismo y demás historias son chorradas que no van conmigo: no creo en todo eso.
No, lo cierto es que yo me pago los vicios y el pan ejerciendo como instrumentista en una orquesta. Pero si algo soy, ahí, en lo dentro, es escritor.

(¡te comprendemos, Víctor!)


En el cole me miran mal. Muy mal, de hecho. Primero, porque acostumbro a recogerme en los descansos a algún lugar apartado para poder leer tranquilo; y nada de periódicos deportivos, que yo creo que lo que más les asusta es eso. No es que esté mal visto leer en mi trabajo, no; el problema es que no comprenden que alguien tenga la necesidad imperiosa de leer siempre, en todo momento, en cualquier lugar y circunstancia. Ya no sé si me miran raro porque lea los tochos de G.R.R. Martin, o si serán los libros de Joyce, o Kundera, o Tolstoi. El caso es que hay alguien, siempre, que de tanto en tanto me pregunta "¿qué haces ahí leyendo solo, hombre?"
Pero es que no puedo evitarlo. De verdad.

(¡ánimo Víctor!)

Yo creo que empecé con esto porque los libros se me acababan en las manos. Se me morían, y yo me rebelaba: no quería que la isla del tesoro tuviera un final; o que el doctor Jekyll la diñara, pobre, o que a Drácula lo liquidase un yanqui a base de enterrarle en el cuello un cuchillo bowie. Que no. Que no quería.
Necesitaba más.

(¡lo sabemos, Víctor!)

Y he intentado dejarlo. Por mi hija que lo he intentado... No tengo el tiempo necesario para dedicar la atención que merece esta vocación si pretendes quedar satisfecho con los resultados. He acabado por levantarme a las seis de la mañana, a menudo a las cinco y media, para poder completar dos mil palabras diarias y así convencerme de que estaba haciendo las cosas bien. Hasta me llevo el ordenador al trabajo, a escondidas, porque cuando al principio lo encendía en la cafetería siempre había quien, colgado de mi hombro, me preguntaba "¿Qué haces?", y yo "Jumpf... Escribo. Corrijo, para ser exacto". Y él... "Aaaaaah. ¿Y qué escribes, una novela o así?". Y yo, resoplando "Eso mismo. Una novela. O así". Y él "Aaaaaah... ¿Y qué juegos tienes en el ordenador...?"

(¡lo sentimos, Víctor!)


Así que he llegado al convencimiento de que esto es una condición que se lleva muy dentro, y que no puedes sacar por más que lo intentes porque forma parte de todo lo que eres. La escondes, a ratos la desempolvas y crees que puedes conseguirlo (¿conseguir, qué?); y hay quien logra llegar al público, aunque la satisfacción siempre es muy íntima y sigas escribiendo para ti, por más que no lo reconozcas.

(¡estamos contigo, Víctor!)

Sí, soy escritor.
No hago bandera de ello, es sólo que me dibujaron así.