22.5.09

Benedetti

TÁCTICA Y ESTRATEGIA
.
Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos.
.
Mi táctica es
hablarte
y escucharte,
construir con palabras
un puente indestructible.
.
Mi táctica es
quedarme en tu recuerdo.
No sé cómo ni sé
con qué pretexto,
pero quedarme en vos.
.
Mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos.

.

Mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple:
mi estrategia es
que un día cualquiera,
no sé cómo ni sé
con qué pretexto,
por fin me necesites.


Sit tibi terra levis, Maestro.

7.5.09

Toma ya

Hace mucho tiempo que no escribo nada por aquí. Meses, de hecho, y muchas cosas han pasado en mi vida desde entonces, algunas por encima de ella. Pareciera que uno debería retomar esto con algo de más enjundia, una reflexión profunda acerca de lo que de verdad importa y lo que no en esto de vivir, o sobre la soledad, o qué sé yo. Pero va a ser que no: ando conociendo la historia de España, en concreto de su primera República, un experimento sin control que duró apenas once meses y en que dio tiempo a nombrar a cuatro presidentes. El primero de ellos, sin ir más lejos, se plantó un día en el Congreso y, harto de discusiones acerca de si la República debía tener un modelo centralista o uno federal, de si la constitución era oportuna o no, y de algún que otro dislate tremebundo de todos aquellos nuevos conversos (la gran mayoría de los parlamentarios eran monárquicos de diverso calado) se subió al estrado y, en su catalán natal, soltó a gritos un "Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros". El bueno del presidente en cuestión, el señor Estalisnao Figueras, acabó tan hasta los cojones que un 10 de Junio del año 1973 escribió una nota de dimisión que dejó en su despacho y, sin que nadie supiera ni media de lo que pensaba hacer, se fue del congreso a dar un paseo por el Retiro. Después se subió en un tren en Atocha y no se bajó de su vagón hasta que el tren paró en París.

Pero lo que yo quería contarles hoy, la anécdota que me hace volver a escribir por estos lares, tiene que ver con las reacciones posteriores de este pueblo español nuestro, tan nuestro, cuando al personal le dio por interpretar a su modo aquello del gobierno federal, el federalismo, los cantones y demás historias. Las reacciones, decía, aparte de revueltas populares contra los de arriba, como siempre ocurre, que se llevaron por delante la vida de un centenar de personas entre oficiales del ejército, gerifaltes del clero, alcaldes y demás gente de posibles en lo que al poder se refiere, acabaron con la declaración de mini-repúblicas a lo largo y ancho de la geografía patria. Desde cantones provinciales, como el de Valencia, a algunos mucho más pequeños, como el del pueblo de Alcoy.

Y de todas las anécdotas de interés, de entre todas las reacciones sorprendentes, si me lo permiten, no encuentro ejemplo mejor en esto de la primera República de la gracia esta puñetera que nos caracteriza, entre irónica y desesperanzada, entre borde y huevona, que la declaración de independencia de la villa de Jumilla, Murcia. Donde el vino, ya saben, ese pueblo precioso que tiene una Semana Santa de las serias. Jumilla, señores, no Kosovo ni Montenegro ni Chechenia. Jumilla. Que cuando les dio por lo de la independencia no se conformaron con romper con España, ojo:

"La nación jumillana desea vivir en paz con todas las naciones vecinas y, sobre todo, con la nación murciana, su vecina; pero si la nación murciana, su vecina, se atreve a desconocer su autonomía y a traspasar sus fronteras, Jumilla se defenderá, como los héroes del Dos de Mayo, y triunfará en la demanda, resuelta completamente a llegar, en sus justísimos desquites, hasta Murcia, y a no dejar en Murcia piedra sobre piedra."

Tampoco está en mi ánimo el confundir al personal: no hay registro escrito de esa manifestación de independencia, ni constancia de que la creación de la República de Jumilla, o el Cantón Jumillano, existiera de verdad o si no fue en realidad nada más que producto de la propaganda antirepublicana del momento. En cualquier caso, si es cosa de la oposición monárquica como si la proclamación de independencia de la nación jumillana es real, no me queda sino decir que, señores, con dos cojones.

Pues eso.