23.1.06

A cuenta de un asesinato por venir

El otro día escuché una noticia curiosa en la radio: un asesino profesional, contratado por una mujer para que la matara, se negó a hacerlo y fue denunciado por su cliente y víctima por incumplimiento de contrato. Los locutores hacían incapié en la degradación de una sociedad que condena a un hombre por tener redaños y negarse a matar, que lo condena no por ser un asesino profesional, sino por no cumplir con lo pactado. Sociedad vendida al dinero, muerte de lo que de humano quedaba en ella. Acto seguido uno de los periodistas comenzó a bromear (a su juicio, la cosa daba para ello), con cosas como que se podrá meter a la cárcel a un violador que se niegue a violar a una mujer que lo contrate para ello, dando por hecho, imagino que sin darse cuenta de la burrada insinuada, que una mujer fuera a pagar a nadie para ser violada: como si hubiéramos llegado a la situación en la que se condena a alguien por no matar, o por no violar, porque lo único que importa es el dinero. Uno sabe de la importancia del dinero en el hoy día; no me he caído de un árbol, como diría Clemente, que parece dominar el tema de los árboles. Pero el caso es que la noticia me impactó. Vaya, un asesino profesional se niega a matar a su víctima... ni en las novelas más burdas y amaneradas del peor género negro, esas que se adaptan al cine demasiado a menudo, pasan cosas así. Seguro que hasta se enamoró de ella, pienso.

Llego a casa y busco la noticia en la red. Y me doy de bruces con la realidad: la mujer, Christine Ryder, denunció a un hombre llamado Kevin Reeves, a quien conoció en una institución mental (la mujer sufría de terribles depresiones), por no cumplir con el acuerdo por el que le había soplado 22000 euros. El tal Reeves se había comprometido a encontrar alguien que mataría a la pobre mujer; llegó a decirle hasta el día en que moriría. Y nada. Luego, a cambio de otros 7500 euros, el bueno de Kevin aceptó encargarse de la cosa él mismo. Meses después, viendo que la cosa de morirse no acababa de llegar, la mujer se convenció de que le habían estafado y denunció el hecho.

En apariencia, ambas son la misma noticia. Pero no, no es así: en la radio tergiversaron la noticia convirtiendo al malhechor en víctima, y a la víctima en vil sujeto que se aprovecha de las leyes para meter en la cárcel a un hombre con redaños. No tiene mayor importancia, entiéndanme; el mundo sigue más rodado que rodando, cada día suceden cosas mucho más terribles y la noticia en cuestión carece de trascendencia, aparte de su curiosidad evidente. No, no tiene importancia. O sí, porque a uno le da por pensar en lo que hacen ciertos periodistas con las noticias que de verdad interesan y le entra el canguelo. Y en serio que no me acabo de caer del árbol de Clemente: uno es consciente de que el fuego quema. Lo sé. Lo malo es que sólo siento dolor cuando me quemo.

Por si les interesa, en el juicio se probó que el señor Reeves no pensaba cumplir con el contrato. Nada más lejos en sus intenciones, vaya: en la fecha en la que tenía que haber hecho de Chacal estaba con su mujer de vacaciones en Tenerife, a cuenta de un asesinato por venir.