8.6.09

Musa

Vaya por delante que no, que yo nunca he creído en las Musas.


Un amigo mío dice que lo malo de las Musas es que, primero, nunca están ahí cuando uno las necesita y, segundo, que vienen y se van cuando menos las esperas. Mi amigo sí cree en ellas, asegura que en diferentes momentos de su vida han iluminado sus caminos creativos y los han alimentado. Las ha visto, las ha sentido.

Dice que a veces es una persona, casi siempre una mujer, y que otras veces es una obra de otro autor, o una imagen poderosa servida por la naturaleza. Un sonido natural o artificial, un aroma perdido en tus recuerdos que te golpea de repente en el metro. Dice que cuando llega debes dejarte conducir por ella, sin resistirte, y que lo que surge es hermoso aun cuando desde el punto de vista creativo no tenga gran valor.


Yo siempre he pensado que hay personas que cargan de energía tu vida, y que esa energía es la que te hace sentir un impulso a todos los niveles. Para la creación, para la experimentación o, si no sientes esas necesidades, al menos para levantarte cada día como si te hubieran inyectado un par de litros de ginseng en vena. Esa energía no es inspiración: es sólo energía. De repente pasas de la apatía a la necesidad de hacer, pintar, escribir, componer... lo que sea. Necesitas hacer, es como mantener una olla a presión y no darle escape. Pero eso no es inspirar una creación, sino alimentar la necesidad de emprenderla.

Pero quizá semejante descreimiento viene causado por mis circunstancias. Desde que tengo recuerdos he tenido que fabricarme un espacio para poder escribir, un espacio artificial creado contra los elementos que, ya saben, son la vida diaria, la cotidianeidad, la monotonía y las personas que dependen de ti y a quienes debes toda tu atención. No he sentido tampoco las energías de las que hablaba antes, no han cargado mis pilas nunca, ni siquiera mi hija, que lo llena todo, me ha empujado al teclado. Y si no he sentido ese punch de vatios, ¿cómo creer en algo tan elevado y superior como la inspiración?

No sé si era Dalí quien decía que intentaba que la inspiración le pillara trabajando, y yo creo que lo quieras o no es siempre así. Quien se ve alentado por un espíritu creativo nunca deja de trabajar; constantemente estás escribiendo en tu cabeza, aun cuando hayan pasado meses (o años, como es mi caso) en que no realizas el acto físico de poner en negro sobre blanco lo que pasa por tu cabeza. O pintando, imaginando secuencias, viñetas, o estructuras compositivas musicales o de cualquier otro tipo. La inspiración te hace sonreír, es esa idea increíble a la que necesitas dar vida, pero en el fondo es algo que buscas a un nivel subconsciente. No viene de fuera, nadie te la da y nadie te la quita.

Hace cerca de dos años que no escribo. Pensado en ello sí, imaginando historias desde luego, pero nada de golpear teclas. Lo he intentado, he reemprendido varios proyectos abandonados tiempo atrás empezando por corregir, o documentándome de nuevo, o ampliando capítulos. Pero eso no era escribir. De repente, ahora, tanto tiempo después, siento la necesidad y la urgencia de hacerlo. Las baterías estaban cargadas tiempo atrás, me sentía lleno de energía y sin embargo no escribía. 

Y ahora no puedo parar.


Decía antes que yo no creía en las Musas.


Pero haberlas, Hailas.