18.10.07

Toma del frasco, Josep Lluis

Si es que somos un país de cenutrios. Dos personas (hombre y mujer) deciden centrar su intervención en el programa de las cien preguntas en malgastarla metiendo el dedo en el ojo sin ninguna gracia al político Carod Rovira, por nombre Josep Lluis, llamándolo José Luis como si fuera lo más normal del mundo, con cierta chufla y hasta un punto de indignación fingida al ver que el interpelado se mosqueaba ante la metida de dedo. Si es que a la Reina de Inglaterra también la llamamos Isabel, oigo decir por ahí, y a su hijo Carlos en lugar de Charles, o al Papa Benedicto nosecuántos en lugar de, qué sé yo, Benedictus, o como se diga en latines. Pero claro, que tampoco parece importar, el caso es que sólo se hace así en este país por cuestiones de protocolo con personalidades reales y Papas, y no con políticos (¿Antonio Blair, Jorge Bush, Francisco Miterrand...?), actores (sí, Arnoldo y Silvestre darían mucha más risa en castellano) o cualquier cargo institucional o no, o personalidad de importancia que se salga de esas realezas o supereclesiástica ocupación. El resto del mundo se llama como se llama donde lo conocen y, sobre todo, como al susodicho le plazca; Josep Lluis, Arnold, François o como buenamente les salga de los santísimos. Atrás quedó el tiempo en que a un hombre le daban una paliza en este país sólo porque insistía en que se pronunciara su apellido (por ejemplo, "Ángel") como lo hacían sus padres cuando era niño en su Valencia natal (o sea, "Ánchel"); tan atrás en el tiempo, vaya, como la inteligente respuesta del pobre desgraciado, consistente en cambiarlo en el DNI por "Ánchel" con tal de salirse con la suya. Y se salió con la suya, el abuelo: aquí estoy yo para dar fe.
Así que por favor, paisanos, que una cosa es que no comulguen ustedes con las ideas del político en cuestión, o que les parezca que su acercamiento al entorno ETA pudo ser desacertado, desleal, o lo que sea, o que les resulte ridículo su jugueteo con los recuerditos en Jerusalem (yo me indignaría por el hecho de que se vendan esos recuerdos en una tierra que se supone santa) y otra que nos creamos de verdad que este país puede querer seguir unido y creciendo mientras nos dedicamos a meter el dedo en el ojo de un señor llamado Josep Lluis por la simple satisfacción de hacer mal.