1.3.06

Que me lo han robado

Cosa más rara, oigan.
En mi lugar de trabajo habitual, donde la música, se producen robos desde que el edificio se fundara allá por los lejanos ochenta. De tanto en tanto le desaparece a un músico un frac de las cajas de viaje, o un vestido pijo y caro de alguna músico (que ya me dirán ustedes por qué no llamarlas músicas, cuando se convertirían así en la viva representación de lo que hacen). Una cartera de las taquillas, donde en teoría sólo pueden entrar miembros de la orquesta, un par de teléfonos móviles que son sustraídos en la cafetería...
La cafetería en cuestión atrae tanto a los cacos como la "Espe" a los problemas. No sólo los móviles que vuelan para siempre haciendo honor a su nombre -siempre los más nuevos y caros, que una cosa es que un tipo sea un ladrón, digo yo, y otra que tenga mal gusto-, sino también otros objetos cada cuál más bizarro: un paraguas con Mickey, periódicos deportivos (es el robo más habitual. Entiendo que el leuro que valen es mucho gastar para tanta porquería impresa), un bocadillo de atún, tomate y anchoas (verídico). El otro día, un tenor de un coro Checo le robó la chaqueta a un colega mío: el tipo salía del auditorio con ella bajo el brazo, como quien no quiere la cosa. Lo paran en la puerta, mi colega le requisa la chaqueta, "esta chaqueta es mía, figura", y el checo, haciéndose el sueco, "que qué chaqueta. Que la debió coger por error de la cafetería. Que misa no habla con tusa castellano". En fin.
Pero lo de ayer no tiene nombre. Que me lo han robado.
Acostumbro a leer en la cafetería. Soy el rarito de los libros, para que ustedes me entiendan. Y acostumbro a leer tochos de todo tinte, como ya he dicho por aquí en alguna ocasión: que tanto me da "Guerra y Paz" que las de G. R. R. Martin, que perlas como "Jonathan Strange y el señor Norrell" (excelente libro del que hablaré otro día y que devoré en la mentada cafetería). Libros de género negro, de costumbrismo patrio, hasta de cocina... Un menú rico y variado, como es de esperar. Últimamente venía repasando un libro de ensayos y críticas de CiFi llamado "Jabberwock", por culpa del libro incalificable (de bueno que es) del señor Ted Chiang a quien pienso odiar eternamente. El caso es que en el librito, una especie de anuario con lo mejor editado a lo largo del año en cuanto a críticas serias, se analiza entre otras muchas cosas la obra de Chiang; un libro de críticas y ensayos, repito. Una cosa más bien sesuda y fea de aspecto, con contenidos demasiado especializados y nada atrayentes para quien esté acostumbrado a leerse los clones del "Código" o los premios Planeta.
Me levanté del sillón para pedir un cortado descafeinado, dejando el Jabberwock sobre la mesita acristalada. Bromeé un poco con el camarero a costa del Madrid (hoy día da gusto ser del Valencia en Madrid), y cuando regresé el libro no estaba.
Un libro de ensayos. De críticas. Lamento repetirme, oigan, pero es que me han robado un librito de ensayos y críticas. De CiFi, además.
El mundo debe estar más loco de lo que yo pensaba, porque empiezo a pensar que todas mis esperanzas acerca de un futuro mejor descansan sobre los hombros de los cacos del Auditorio Nacional.