12.12.06

El Pulso

En la última novela traducida al castellano de Stephen King, "CELL", una electrónica que se propaga por los auriculares de los teléfonos móviles y a la cual denominan "El Pulso" trastorna irremediablemente a un enorme porcentaje de seres humanos condenando a la humanidad a la autodestrucción cuando los afectados, convertidos en animales desprovistos de todo lo que nos mantiene a este lado de la barrera de la civilización y con los instintos que nos identifican como humanos sublimados (crueldad y capacidad de destrucción sobre todo), se transforman en turba sin inteligencia ni identidad individual atacando a la gente que no ha cambiado y dividiendo el mundo en dos.

Esta mañana veía mi mujer imágenes en los noticieros madrugadores del velatorio del General Pinochet, fallecido tras la larga agonía a la que nos ha sometido a todos, en las que una turba de seguidores deshumanizados y sin identidad individual, convertidos en un enjambre pero aún dotados de inteligencia, atacaban a periodistas extranjeros y gritaban proclamas loando al fallecido. Un fallecido que sumió al país en una época de oscurantismo, que se aprovechó de ello para enriquecerse terriblemente a costa de los chilenos, que envió a la tortura y a la muerte a unos desdichados cuya única culpa era pensar diferente, o siquiera eso. Un asesino con las manos limpias.

Lo que nos perturba en el libro de King no son las escenas escabrosas, no la sangre ni las muertes; es ver, comprender que toda esa ira está dentro de nosotros y que "El Pulso" tan sólo ha roto las cadenas que la sujetaban. Nos perturba, además, porque en el libro Ellos son muchos más que Nosotros.

Lo que a mí más me perturba de esta realidad nuestra es que todas esas personas que lloran la muerte del tirano no ya añorando un régimen dictatorial represor y asesino sino exudando ira y atacando a quienes piensan diferente, a quienes parecen pensar diferente, o sencillamente a quienes no son como Ellos, no han recibido el envite disparador de ningún "Pulso". Y es que, como bien dice Stephen King, el hombre es bondad, inteligencia, identidad individual, el Partenón y Miguel Ángel... pero también maldad inmotivada, crueldad contra el que es diferente, turba, Auschwitz y Pinochet.

Stephen King es un excelente narrador, no cabe duda. Pero asusta comprender que no ha inventado nada y que para escribir sus novelas de terror sólo necesita abrir dos ventanas: la de su habitación para contemplar el cruel mundo exterior, y la de su alma, para asomarse con prudencia al voraz palpitar de nuestra esencia asesina.