Será cierto que los niños tienen un don natural para la poesía, o que en su inocencia tan poco inocente ven las cosas del color que realmente tienen, y no del que nosotros queremos ver.
Si ustedes tienen niños, o sobrinos, o hermanos muy pequeños, seguro que los han visto asomándose al lado trasero de la tele para ver de dónde salen los dibujos, o hablando en ese lenguaje tan suyo, preternatural como el de cualquier primigenio, al auricular del teléfono a sabiendas de que el trasto de tanto en tanto dice cosas cuando le hablas. Subiendo al asiento delantero del coche para conducir meneando el volante (y si sus padres son del género impaciente, o viven en Madrid, dándole al claxon tras cada vuelta de la rueda de dirección); leyendo libros sin saber leer, a menudo del revés, o cogiendo las máquinas de afeitar del padre para pasarla por la cara. No comprenden el mecanismo de todas esas cosas, pero ven y aprenden cómo funcionan; como cuando introducen un bocadillo en la portezuela del vídeo, como hace papa, o como cuando meten al gato en la lavadora porque está sucio.
Pero la magia, lo que un día te golpea la cara y te deja sin habla, viene con las preguntas, con sus "¿por qué?" inocentes tan poco inocentes; no voy a alargarme mucho, porque no tengo tanto que decir: mi niña sólo tiene tres años. Pero tengo que recordar antes lo que contó una vez el amigo Rafael Marín acerca de su hijo Daniel. Dice Rafa que cuando el niño era muy pequeño, en una plazuela le preguntó "Papá, ¿Qué hay detrás del cristal del cielo?". La pregunta, maravillosa, me hizo sonreír cuando la leí en su blogg; qué cosas, me dije, tienen algunos niños.
¿Algunos?
Hace unos días, en uno de los muchos viajes veraniegos en coche a los que tan aficionados somos, mi niña miraba absorta el cielo, con la boca medio abierta. Yo daba un vistazo hacia atrás de tanto en tanto por el retrovisor, y Ana, mi mujer, se dio al fin la vuelta sonriendo y le preguntó "Aitana, ¿qué miras?". Y la respuesta fue una pregunta.
"Mami, ¿qué comen las nubes?"
Qué sé yo, pensé, lo que comerán las nubes en la mente de un niño. "¿Qué comen, hija?".
"Agua. Viento y Sol".
Ñam, ñam, ñam.
Sin comentarios.