Estimada Ministra de Educación.
El motivo de la presente no es quejarme, ojo, como acostumbrará todo Cristo a hacer con usted desde que le ha dado por lo de ser Ministra. Bastante tiene usted con ello, creo yo, y uno es respetuoso por naturaleza. No quiero meterme con su sistema educativo; qué sabré yo de lo que es bueno o malo, acertado o desacertado, competente o incompetente en cuando a educación de niños se refiere. A fin de cuentas estudié en tiempos de la EGB, cuando empezabas con cuatro añitos tus dos de parbulitos y la acababas con catorce, y luego un BUP de tres años y un COU y una Selectividad que luego no servía y luego otra vez sí y luego la llamaron reválida y luego otra vez Selectividad. Un lío. Y eso sin entrar en que mi carrera de música era antes de ocho años con el instrumento, más los varios anteriores sin él, y uno podía acabarla con menos de veinte tacos si se aplicaba y tal, estudiando por las mañanas en el Instituto y por las tardes en el Conservatorio, a treinta kilómetros de casa, o en el Conservatorio por las mañanas y en el Instituto en horario nocturno, como este seguro servidor de usted que todavía llegaba a tiempo por la noche al ensayo de la banda de música a las diez y media de la noche de los martes y viernes. Ahora son quince años, creo, porque las Ministras anteriores a su señora de usted decidieron que había que alargar la cosa porque a ver qué era eso de que acabaran una carrera con veinte años; claro que para solucionarlo lo que pensaron es en que la empezaras con siete u ocho, que digo yo que es algo pronto como para tener algo claro, y el futuro aún menos, si resulta que el personal que se mete a Derecho no sabe hasta tercero de carrera si la cosa le va o no le va. No, yo de sistemas educacionales no entiendo un pimiento; aunque sólo tengo treinta y dos años, me perdí por el camino hará lo menos dos reformas educativas.
Tampoco está en mi voluntad darle consejos de estilo, ni opiniones acerca de lo bien o mal que se viste usted. Que no, que para mí felicidad y alegría, oiga, y que si quiere encocarse un modelito de la Ágata Ruiz cada día, pues allá usted. Aunque he de reconocer que se la ve sobria; despeinada pero sobria. Ya sé que hay una viva y franca competencia (no sé si leal o desleal) entre las señoras Ministras por lo de los trapitos, encabezada la pugna por ese duelo en la cumbre, esa final mundialista entre la Vicepresi y la Ministra de Cultura, de la que ya hablaré otro día. Digo otro día porque cuando pienso que es nuestra Ministra de Cultura, que cuando hay entregas de Goyas u homenajes varios a modistos o estrenos de musicales en la Gran Vía acude rauda y veloz a la búsqueda de la foto pero que jamás desde que fuera nombrada, dos años atrás, se le ha ocurrido pasarse a vernos tocar en el Auditorio Nacional ni una sola vez… pues que se me enciende la sangre y me encabrono, y ya sé que no es plan. Me encabrono porque donde yo toco es en la Orquesta Nacional, vaya. La de España. O sea, la de ella. Si no la de su país, que ya sabemos que hoy día somos una nación pero no indisoluble y esas cosas, y que lo de ser español o llevar el titulillo de nacional delante no se lleva, al menos sí es la costeada con dinero público y gestionada por su Ministerio. Que si es por el nombre, que nos lo cambien, oiga, que a nosotros casi que nos da igual. O sea, la orquesta estandarte del Ministerio de Cultura resulta que jamás en dos años y pico ha recibido la visita de su Ministra, ni para saludar, “oigan, que soy la nueva Ministra”, aunque será porque sabe que la conocemos bien de las fotos en las que gusta salir habitualmente cuando se apunta a los saraos que... ah, ¿que ya lo he dicho? Pues eso, que aunque hagamos tres conciertos semanales (tres. Si será por oportunidades) debe ser que la agenda ministerial es imposiblequenoveasoyesbonita. Y aunque ya tenemos fotógrafo en el Auditorio, pues mire usted, que ahora ya no queremos que venga, hala.
A lo que iba, que empiezo a divagar y me pierdo.
Que en realidad yo no pretendo criticarla ni aconsejarla en nada. Qué va. Ole sus ovarios con lo de ser Ministra. Sí señora.
Si yo le escribía en realidad para contarle que me voy a hacer bandolero.
Que sí.
De los de escopeta y manta y boina pues no, que no se llevan ya. Lo mío debería ser algo más modernizado, de hoy día, más a lo globalizado de ahora. O eso, o ladrón de coches de lujo, que también se lleva. No me pondré con lo de estafador bancario porque uno es muy de letras, o con lo de entrar en el Banco España con la interné, que uno perdió demasiado tiempo en su vida con lo de ser músico y ya se me ha pasado el arroz y justito me veo para controlar mal que bien el procesador de textos. No, yo creo que tendré que ponerme con algo de la rama violenta de la profesión; salteador de autopistas, que es como lo de los caminos pero en rápido y actual. De gasolineras también, que ya que me roban todos los días que estoy obligado a repostar pues seguro que puedo ponerme a lo Robin Hood con ellos sin sentirme mal; o de los que entran en casas ajenas por la noche y se comen el pastel de queso con galletas de la nevera y se llevan el panorámico, aunque la cosa está muy mal, que ya lo sé, y hoy día quien más quien menos se guarda una del calibre nueve milímetros parabelum bajo la almohada para un qué sé yo que yo qué sé. Pero bueno, yo de niño hice Judo, ojo, y seguro que de algo me serviría.
También podría vender artículos robados, que es menos arriesgado, ¿sabe? O falsos, tipo top-manta pero a lo bestia.
Cualquier cosa, que no tengo preferencias, con tal de que lo que sea que haga en lo del bandolerismo me permita abandonar el trabajo legal y limpio que practicamos tanto yo como mi santa esposa y entrar de lleno en la economía sumergida a la que tanta afición tienen algunos en este país de picaresca. Algo que me permita dejar de tener que pagar una pasta horrible a Hacienda, que vale que seremos todos pero alguno que otro más que los demás. A lo mejor hasta consigo así que me salga la declaración a devolver, aun cuando al final del ejercicio haya ingresado mucho más dinero (del oscurito que no conste, digo).
¿Que por qué lo de bandolero? Pues oiga, en franqueza, porque yo también quiero el BMW Serie 3 nuevecito que se gasta alguno de los papis que llevan a sus criaturas al colegio de mi hija, y con los trabajos limpios y honestos y legales no hay manera; que uno consigue ahorrar como puede cuatro duros a lo largo del año para luego tener que darlos todos a Hacienda en dos plazos, uno en Junio y otro en Septiembre, que si no no le llega y de vacaciones una mierda.
Yo quiero dinerito en negro, oiga usted. Como ellos, que uno los ve aparecer por el cole con sus BMWs y sus Mercedes, y sus bolsos ellas de DK NewYork o de Carolina Herrera y se siente como si le hubieran tomado el pelo descomunalmente, con nocturnidad y alevosía y todo lo más malo que se le ocurra a usted.
Porque ellos, los ricos, tienen a sus hijos en los coles y a la mía la han rechazado.
Como a una apestada.
Como si la pobre hubiera hecho algo malo.
Verá usted, resulta que mi hija ha acabado la escuela infantil (la guardería de toda la vida) hasta tres años y le tocaba ya comenzar la educación infantil, ya sabe, la de a partir de tres añitos. El colegio era concertado hasta ahora, y hemos estado pagando con dificultad los costes mensuales para que pudiera estar en él desde las ocho y media de la mañana hasta las cinco de la tarde. Una salvajada de tiempo lejos de mi hija, me dirá; y sí, tiene usted razón, pero es que sus padres son dos honestos trabajadores y nuestras respectivas orquestas no se gastan de eso que se llama ahora Horario de Conciliación Familiar Europeo, así que uno sale a las seis y media de la tarde de trabajar. Aunque peor es lo de mi señora, que la pobre tiene que venir volando para recoger a nuestra niña cuando sale de su trabajo a las dos de la tarde, sin comer y rezando por que El Atasco que es Madrid –desde que al Gallardón le dio por reconstruir el grupo de Pirámides de Gizeh donde quedaba la M-30– no esté especialmente jodido, o que los trenes vayan bien y fluidos; algo raro cuando van hacia el sur, que es donde vivimos nosotros porque en Madrid centro la cosa está pero que muy mal y aunque tengamos dos trabajos limpios y honestos no nos llega para una casa en la capital.
El caso es que ahora tenemos que matricularla en el colegio público, y lo intentamos en el que ha estado educándola hasta ahora (que pasa a ser público hasta el bachiller), porque parece lógico que fuera allí donde siguiera estudiando. Si ya tiene hasta sus amiguitos, con lo que le costó hacerlos. Sobre todo porque tiene algunos problemas de adaptación a las nuevas situaciones, que sus profesoras están tratando de resolver durante todo el año.
Pues no. De lógico, nada.
O sea, los del BMW sí, pero mi niña no. ¿Y sabe usted por qué? Pues porque no tenemos casi puntos por culpa de nuestras respectivas declaraciones de la Renta. Que deben pensar ustedes que somos lo bastante ricos como para poder elegir y llevar a nuestros hijos a colegios privados, digo yo, pero no piensan que ni ricos, ni colegios privados; más que nada porque apenas llegamos a fin de mes y, oiga usted, porque en Valdemoro habrá muchas rotondas, pero colegios privados sólo uno y religioso. Y eso sí que no.
Así que discriminan ustedes a mi hija, que la pobre no tiene ninguna culpa de tener dos padres trabajadores que declaran todo lo que ganan, aunque ganen bastante menos que el del BMW que debe ingresar una pasta, en negro, eso sí, que si no no admitirían a sus hijos, ni tampoco tiene culpa de que sus padres supuestamente ricos no puedan mudarse a un lugar lujoso donde por comparación se conviertan en pobres a ojos de Hacienda y así puedan escoger. Aunque a lo peor en la Moraleja también los de los Ferrari ingresan en negro, que vaya usted a saber.
Se ha quedado mi niña fuera de su colegio. Si consigue plaza en otro, seguro que es el más lejano de mi hogar y uno que no tendrá ni comedor; un desastre cuando tu familia más cercana vive en Valencia a trescientos cincuenta kilómetros y no pueden quedarse con la niña o recogerla en caso de necesidad. Eso sí, cuando se aficione al nuevo cole, ya mayor, y tenga que empezar la primaria o la secundaria, pues seguro que ya se las arreglan ustedes para enviarla a otro colegio distinto; no sea que haga nuevas amistades y trabe lazos emocionales, oigan, a tan tierna edad. Mejor discriminarla de nuevo y jorobarla viva. Y miedo me da leer que el año pasado hubo trescientos niños en Valdemoro que no tuvieron plaza. Miedo. Que no lo digo yo, oiga usted, lo dice su concejala municipal socialista en el pueblo, una mujer ceniza y agorera como ella sola. Porque como me la manden a Pinto, o a Seseña, o a quién sabe dónde, tendré que dejarme de lo del bandolerismo e ir planeando algo a gran escala, porque en esta nueva situación los profesores particulares cobran más que los fontaneros de toda la vida o los antenistas de la Sexta del hoy día. Algo más gordo que lo de asaltar autopistas, vaya.
Algo serio.
Así que, ¿querría usted invertir en una cartera de sellos variados que he comprado a muy buen precio...?